La relación entre la experiencia de acoso escolar y los problemas graves de salud mental lleva años en el centro del debate científico. Sin embargo, solo los estudios longitudinales de la última década han permitido ir más allá de la correlación y explorar la dirección y la persistencia de estos efectos a lo largo del tiempo. Dos investigaciones –una revisión sistemática internacional y un amplio estudio europeo– ofrecen una fotografía actualizada y matizada de cómo la victimización impacta en la autolesión, la ideación suicida y la depresión, y cómo estos problemas pueden retroalimentar a su vez la dinámica de acoso.
La revisión sistemática (1) analizó 35 estudios de 17 países y confirmó que tanto el acoso escolar como el ciberacoso elevan de forma consistente la probabilidad de ideación e intentos suicidas, así como de autolesión no suicida. El tamaño del efecto varía de débil a fuerte según el tipo de agresión, pero el patrón es claro: ser blanco de continuos ataques deja una huella psicológica que se mantiene más allá del final del acoso.
Pese a la solidez del hallazgo principal, los autores subrayan varias limitaciones que obligan a la prudencia. Existe una heterogeneidad en las definiciones de acoso escolar, en los instrumentos utilizados y en los periodos de seguimiento. Solo una de cada cinco publicaciones analiza diferencias de sexo/género, y las variables adicionales como la adversidad familiar, rasgos de personalidad o salud mental previa se controlan de manera desigual. Por ejemplo, la depresión previa puede aumentar la probabilidad de ser acosado (al mostrar retraimiento o baja asertividad) y, al mismo tiempo, elevar por sí sola el riesgo de idear el suicidio. Si el análisis no determina esa depresión preexistente, obtendremos una relación inflada entre acoso e ideación suicida, adjudicando al primero un impacto que en parte ya venía prefijado con la depresión. Los estudios longitudinales sólidos introducen estas variables en sus modelos para aislar el efecto propio de la victimización y evitar interpretaciones engañosas.
La segunda investigación (2) realizó un seguimiento a 2.933 adolescentes de 10 países europeos evaluados en tres periodos (0, 3 y 12 meses). Sus autores observaron un claro efecto bidireccional: la victimización predice depresión futura, pero la depresión basal también aumenta la probabilidad de sufrir acoso después. Además, diferencian entre victimización crónica (presente en dos mediciones consecutivas) y esporádica. Quienes padecieron acoso físico crónico mostraron mayor riesgo de intentos suicidas, mientras que la agresión relacional crónica se vinculó, sobre todo, con la ideación suicida; la exposición puntual solo obtuvo poder predictivo si implicaba violencia física. Este estudio refuerza la idea de que la cronicidad, más que el tipo concreto de agresión, multiplica el riesgo, pero subraya la especial peligrosidad de la violencia física, incluso si ocurre una sola vez.
Tomados en conjunto, los hallazgos respaldan la hipótesis del estrés interpersonal crónico: la agresión repetitiva interfiere en los circuitos de recompensa y mina la autoestima. La autolesión emerge entonces como estrategia de regulación emocional. Por su parte, la depresión preexistente deteriora las habilidades sociales, haciendo al adolescente más vulnerable a nuevos episodios de acoso.
Por otra parte, la revisión longitudinal analizó la diferencia de género apuntando a que las chicas podrían ser más sensibles a la victimización relacional y al ciberacoso, traduciendo esa experiencia en autolesión no suicida e ideación suicida. Sin embargo, los chicos son más vulnerables con las agresiones físicas que pueden derivar en intentos de suicidio.
Para reducir el riesgo de autolesión e ideación suicida asociado al acoso, la evidencia destaca la necesidad de un enfoque integrado que combine detección temprana y seguimiento, en el que se registre no solo la aparición, sino la persistencia del acoso con programas que mejoren el clima escolar y que incluyan protocolos de apoyo psicológico para víctimas y adolescentes con síntomas depresivos. Además, tratar la depresión y fortalecer las competencias socioemocionales rompe la bidireccionalidad que convierte la psicopatología en causa y consecuencia del acoso.

Los autores de la revisión recomiendan estandarizar definiciones e instrumentos, alargar el seguimiento más allá de la adolescencia e introducir variables de interseccionalidad de forma sistemática (género, orientación sexual o etnia). También reclaman estudios que incorporen biomarcadores de estrés y neuroimagen para esclarecer los mecanismos causales y, sobre todo, evaluaciones longitudinales de la efectividad real de las intervenciones contra el acoso escolar.
El acoso puede dejar una huella profunda y duradera en la trayectoria vital y emocional de niños, niñas y adolescentes. Reconocer la cronicidad y el tipo de victimización permite afinar la prevención, mientras que entender la bidireccionalidad con la depresión recuerda que cuidar la salud mental es también una forma de combatir el acoso. Estos hallazgos favorecen que las políticas escolares y sanitarias se coordinen para crear entornos seguros que corten el ciclo entre victimización y autolesión antes de que culmine en tragedia.
Para saber más:
(1) Wilson, E., Crudgington, H., Morgan, C., Hirsch, C., Prina, M., & Gayer-Anderson, C. (2023). The longitudinal course of childhood bullying victimization and associations with self-injurious thoughts and behaviors in children and young people: A systematic review of the literature. Journal of Adolescence, 95(1), 5-33. https://doi.org/10.1002/jad.12097 (PubMed)
(2) Brunstein Klomek, A., Barzilay, S., Apter, A., Carli, V., Hoven, C. W., Sarchiapone, M., Hadlaczky, G., Balazs, J., Kereszteny, A., Brunner, R., Kaess, M., Bobes, J., Saiz, P. A., Cosman, D., Haring, C., Banzer, R., McMahon, E., Keeley, H., Kahn, J.-P., … Wasserman, D. (2019). Bi-directional longitudinal associations between different types of bullying victimization, suicide ideation/attempts, and depression among a large sample of European adolescents. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 60(2), 209-215. https://doi.org/10.1111/jcpp.12951 (PubMed)