Las brechas digitales pueden estar relacionadas con la accesibilidad universal, el acceso condicionado por el nivel socioeconómico y la formación necesaria para participar en el mundo digital. Estas brechas digitales fueron aún más evidentes durante el cierre de las escuelas a causa de la COVID-19 ya que, por un lado, los sistemas educativos no estaban preparados para una transición digital precipitada (1) y, por otro, docentes, estudiantes y familias no tenían las capacidades necesarias para desarrollar un proceso de enseñanza- aprendizaje a distancia y en línea (2).
La pandemia supuso abordar de forma urgente la inclusión digital y de forma muy especial para el alumnado vulnerable, es decir, aquel alumnado que presenta necesidades asistenciales, escolares o socioeducativas, así como necesidades educativas especiales y dificultades específicas del aprendizaje. Igualmente, el alumnado que se encuentra en zonas rurales se considera vulnerable.
La inclusión digital ha sido definida desde el ámbito educativo como el aprovechamiento de las herramientas digitales para ampliar el acceso y mejorar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje con el fin de ofrecer una educación justa y equitativa (3).
Accesibilidad universal
El 64% de las personas con discapacidad de 16 años o más tienen conexión a internet en casa frente al 87,9% de las personas sin discapacidad (4). Como se afirma, la accesibilidad a los entornos virtuales y a las tecnologías de la información y la comunicación es una herramienta para ejercer los derechos y un requisito previo para la plena participación de las personas con discapacidad en igualdad de condiciones que los demás.

En el contexto escolar, para lograr la inclusión y atender a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes, han de aplicarse los principios del Diseño Universal de Aprendizaje, concepto arquitectónico de finales de los años 90 que se incorpora al ámbito educativo a comienzos del siglo XXI y que es válido para conseguir la inclusión digital, ya que las tecnologías digitales facilitan el aprendizaje personalizado siempre que su diseño responda a las diferentes necesidades educativas del alumnado. Por ejemplo, desde la perspectiva de la tecnología digital que favorece la inclusión, la investigación sugiere que las herramientas digitales que usan la realidad aumentada pueden ayudar a todo el alumnado a comprender conceptos y contenidos porque incorpora diferentes medios de representación y formas de comunicación entre los estudiantes.
Acceso
El acceso a dispositivos digitales y la conectividad está condicionado por el nivel socioeconómico y, en muchos casos, por la ubicación geográfica. Ambos factores pueden convertirse en barreras para la trayectoria escolar del estudiante. En el Análisis de la encuesta de condiciones de vida en España con enfoque de infancia (5), un 7,4% de personas menores de 18 años no disponen de un ordenador personal.
Proporcionar la infraestructura digital suficiente y el acceso favorece no solo la inclusión, sino también la equidad en la educación. La integración de las tecnologías digitales en la escuela puede compensar las desigualdades derivadas de factores socioeconómicos y culturales del alumnado y reducir la desigualdad digital. Al igual que en España, en los hogares de los países de la Unión Europea no todos los menores disponen de un ordenador y de conectividad de alta velocidad. Mientras que en el 97% de los hogares con ingresos en el cuartil de ingresos más alto tenían internet de banda ancha, solo el 74% de los hogares en el cuartil más bajo disponían de esa conexión (4).
En la educación es una necesidad contar con internet de alta velocidad, ya que las actividades digitales que suceden en el contexto escolar (ej. el empleo de vídeos) no pueden estar disponibles para todos por la inaccesibilidad a la banda ancha. En este sentido, el Índice de la Economía y Sociedad Digitales (DESI) 2022 muestra que la brecha digital entre zonas rurales y urbanas se ha reducido en países como España que cuenta con una cobertura de red de muy alta capacidad del 71,5% en las zonas rurales frente al 64,2% del año anterior (6). Por lo tanto, es esperable una mejora.
Sin embargo, tener conectividad y disponer de herramientas digitales no aseguran la plena inclusión digital. Es necesaria la competencia digital.
Competencia digital
En relación a la formación, las personas con más competencias tienden a realizar una gama más amplia de actividades en línea, son capaces de participar en mayor medida en las prácticas digitales, y por lo tanto, pueden beneficiarse potencialmente de estas prácticas tanto para el aprendizaje como para aspectos de la vida cotidiana. La capacidad de una persona para aprender a usar la tecnología está condicionada por su contexto social y local, es decir, la calidad del acceso a la tecnología es fundamental para los menores ya que le permite autonomía y mayor experiencia en línea, lo que influye positivamente en su nivel de competencia (7).
Lo anterior está relacionado directamente con el acceso. Aunque la suposición de que los menores pueden aprender por sí mismos es problemática, es más preocupante en el caso de aquellos que provienen de entornos desfavorecidos porque no disponen de los mismos recursos relacionados con el uso de internet. Esto implica que no pueden adquirir experiencia en línea y, por ende, no desarrollan las habilidades necesarias ni la motivación para usarlo, quedando excluidos y desaprovechando las oportunidades del mundo digital, aparte de que les puede afectar a su rendimiento académico y bienestar emocional.
Por otra parte, el profesorado contribuye a la inclusión digital de los menores cuando aplica de forma eficaz las tecnologías digitales y para ello ha de contar con la competencia digital adecuada. No basta con que conozca sus características y sus ventajas, sino también sus riesgos para evitar que niños y adolescentes queden excluidos de los entornos digitales a causa de los discursos de odio o violencia en línea.
La inclusión digital en la educación va más allá del acceso y se orienta hacia un enfoque equitativo de la enseñanza para la diversidad, donde la tecnología también puede ser flexible y dar respuesta a las necesidades educativas de todos los niños, niñas y adolescentes.
Referencias:
(1) OECD (2021), The State of School Education: One Year into the COVID Pandemic. Pp: 13-14. OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/201dde84-en
(2) Gouëdard, P., B. Pont y R. Viennet (2020). Education responses to COVID-19: Implementing a way forward. OECD Education Working Papers, nº 224, OECD Publishing. París. https://dx.doi.org/10.1787/8e95f977-en
(3) Comisión Europea (2021). Comunicación al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones: Una Unión de la Igualdad: Estrategia sobre los derechos de las personas con discapacidad para 2021-2030. https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/HTML/?uri=CELEX:52021DC0101
(4) European Commission, D. et al. (2021). Enhancing learning through digital tools and practices: how digital technology in compulsory education can help promote inclusion: final report. Pp: 16. Publications Office: https://data.europa.eu/doi/10.2766/365846
(5) Plataforma de la Infancia (2023). Análisis de la encuesta de condiciones de vida con enfoque de infancia 2023. Pp: 29. https://www.plataformadeinfancia.org/documento/analisis-de-la-encuesta-de-condiciones-de-vida-con-enfoque-de-infancia-2023/
(6) European Commission (2022). Spain in the digital Economy and Society Index. Pp: 9-10. https://digital-strategy.ec.europa.eu/en/policies/desi-spain
(7) Hargittai, E. 2010. “Digital Na(t)ives? Variation in Internet Skills and Uses Among Members of the ‘Net Generation’.” Sociological Inquiry 80 (1): 92–113. https://doi.org/10.1111/j.1475-682X.2009.00317.x