Ser testigo de una situación de acoso escolar

En una situación de acoso escolar puede haber otro participante además del acosador y la víctima: el testigo. Es la persona que presencia el acoso sin estar directamente involucrado y tiene un papel muy importante al poder denunciar o intervenir desafiando al acosador.

Ser testigo implica estar en el lugar donde se produce y observar la interacción que se da. Si, además, el testigo es amigo del acosador o de la víctima es probable que se implique en el comportamiento de acoso. De esta manera, su presencia puede tener los siguientes roles:

  • Reforzador: sirve de audiencia y perpetúa el acoso al reírse o al ofrecer otro tipo de apoyo al acosador. En esta situación el acosador siente que su comportamiento está valorado y es aceptable. Si no existiera este rol, el acosador sería menos propenso a tener un comportamiento agresivo.
  • Pasivo: sabe que existe el acoso, pero permanece al margen. También puede contribuir a un aumento de los incidentes de acoso.
  • Defensor: es el que interviene para detener el acoso y está asociado a la disminución de las tasas de acoso escolar. La evidencia sugiere que una víctima que tenga, por lo menos, un defensor, experimenta menos nivel de ansiedad que aquellas que no lo tienen.

Los testigos que se muestran pasivos ante un comportamiento de acoso tienen sus razones para permanecer impasibles. O bien tienen miedo a ser intimidados o a ser juzgados por sus compañeros, o bien sienten que no poseen las habilidades adecuadas para intervenir. Esta última razón tiene que ver con la autoeficacia o la capacidad para organizar y ejecutar acciones con el fin de conseguir determinados logros. Este concepto fue introducido en la teoría del aprendizaje social del psicólogo Albert Bandura. La define como la creencia en tus propias capacidades para organizar y ejecutar acciones con el fin de conseguir determinados logros. Como afirma, la autoeficacia proviene de cuatro fuentes: la experiencia de dominio o logros pasados; la experiencia vicaria o logros que aprendemos de otros; la persuasión verbal y social y, por último, los estados emocionales y fisiológicos como son el estrés o la ansiedad. Una persona que tenga un nivel de autoeficacia alto, estará más motivada y comprometida y será más proactiva en su conducta a la hora de resolver un problema. Sin embargo, una autoeficacia baja contribuye a evitar desafíos y a percibirlos más como riesgos que como oportunidades. Por ello, si no tienes confianza en tu propia capacidad para intervenir con éxito en una situación de violencia, en este caso de acoso escolar, probablemente no vayas a intervenir.

La autoeficacia está ligada a la buena relación que mantienen niños y adolescentes con sus padres, docentes y compañeros, pero precisamente estos últimos son especialmente importantes en la adolescencia porque, aparte de que son cruciales en la socialización de los adolescentes, influyen en la percepción de sí mismos. De ahí que en el desarrollo de la autoeficacia pueda influir positivamente el apoyo mutuo, la simpatía y la aceptación en una situación de conflicto social como puede ser el acoso escolar. Por el contrario, si un adolescente es una víctima de acoso escolar que incluye la exclusión social, podría inhibir otras fuentes de autoeficacia, haciendo que esta disminuya al sentirse impotentes e indefensos, lo que afecta a su experiencia de logros pasados.

Para crear autoeficacia o aumentarla en estudiantes se puede ofrecer experiencias vicarias que sirvan como modelos sociales. Los docentes que mantienen una relación positiva con sus alumnos, por ejemplo, a través de una comunicación frecuente en la que se reconoce, por parte del docente, las habilidades que aquellos tienen para hacer frente a situaciones conflictivas, tienen más probabilidades de evitarlas y también de enfrentarse a ellas. En general, una relación positiva entre docentes y alumnos aumenta el bienestar de estos, su comportamiento prosocial, el compromiso escolar y el ajuste conductual. Además, es más probable que una víctima de acoso escolar denuncie y busque ayuda si se siente respaldado por sus profesores. Igualmente, una buena o mala relación entre docentes y alumnos puede influir en la intervención de un testigo. Mientras que la disposición de este es activa si tiene una buena relación con sus profesores, será pasiva en el caso de que tenga relaciones conflictivas con ellos.

Asimismo, la evidencia sugiere que los adolescentes que son objeto de acoso escolar prefieren que amigos y compañeros sean los agentes de intervención antes que los propios docentes o padres y madres.

Al igual que los acosadores y las víctimas, los testigos sufren consecuencias al presenciarlo, fomentarlo o evitarlo. Entre otras, cualidades como el sentido de la responsabilidad, el valor moral o la empatía no se aprenden; el clima de la clase y de la escuela tiene un efecto negativo en su rendimiento escolar o pierden la confianza en la escuela.

El acoso no es un problema exclusivo entre el acosador y su víctima que surge de las características individuales de cada uno. Las características familiares, escolares y sociales contribuyen a que una situación de acoso se inicie, se mantenga o se elimine.  A esto se añaden los roles que se manifiestan y es que niños y adolescentes pueden participar en el acoso mediante la observación, siendo testigos; la experiencia, convirtiéndose en víctimas, y la acción, siendo acosadores.

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