¿Funcionan los programas contra el acoso escolar?

Uno de los programas más conocidos contra el acoso escolar es el programa KiVa.  Sus efectos han sido estudiados en 2011 y en 2013 a gran escala con 30 000 estudiantes de 7 a 15 años edad y los resultados mostraron que los efectos eran débiles en los estudiantes de 13 a 15 años (1 y 2). Sin embargo, otra investigación sugirió que existen efectos mayores de los programas antiacoso en alumnado de más de 11 años. Dados estos resultados, parte de la investigación sugiere analizar la moderación de la eficacia de los programas mediante la comparación de los efectos de los programas en varios grupos de edad. De esta manera, se halló que el comportamiento de acoso se redujo en alumnado de menos de 14 años (3).

Analizar de forma comparativa los efectos de las medidas que proponen los programas supone saber qué medidas funcionan no qué programa funciona (4). Entre las medidas efectivas que funcionan en los programas antiacoso, una de las últimas investigaciones encuentra que son la información a los padres y la participación informal de los compañeros (5).  Esta última se refiere a debates y actividades relacionados con experiencias y actitudes de acoso que realiza toda la clase y, por lo tanto, dirigidos a los testigos indirectamente. Estas acciones contribuyen de forma significativa a reducir tanto la agresión como la victimización. Este estudio halló que no hubo correlación entre la efectividad de un programa y el número de medidas de intervención incluidos.

Otro aspecto a tener en cuenta en la investigación sobre la eficacia de los programas antiacoso es que las medidas que se analizan son las que vienen detalladas en el programa, no las que realmente implementa la escuela (4); probablemente estas medidas funcionen mejor en presencia de otras y, por último, sus efectos pueden cambiar si se analizan en muestras de niños frente a las de adolescentes. Se ha demostrado que la participación de los padres puede ser más efectiva en niños que en adolescentes, ya que con estos resulta más eficaz la participación de los testigos (los propios compañeros de clase).

Anteriormente se ha expuesto los efectos débiles de los programas en los adolescentes. Se sugiere que estos responden menos a las intervenciones escolares que los niños. Este hecho puede explicarse por factores de distinto tipo. Uno de ellos es el factor de desarrollo del cambio hormonal, ya que el aumento de testosterona se ha asociado con una mayor activación de los sistemas neuronales que puede provocar que cambios de comportamiento porque están más preocupados por lo que dicen los demás de ellos y les importa tener un estatus social alto. Como factores contextuales se pueden señalar la relación que mantienen los adolescentes con los adultos que representan una autoridad y los compañeros influyentes. En relación con el primero, el uso del lenguaje por parte de los adultos puede tener un efecto contraproducente en los adolescentes. Por ello, se deben evitar mandatos directos y usar frases que denoten posibilidad o sugerencia. En relación con el segundo, algunos estudios manifiestan que la identificación de estudiantes influyentes que puedan llevar a cabo iniciativas o soluciones siempre serán más visibles y conseguirán una predisposición positiva de sus compañeros para implicarse que si las realiza un docente. Este puede actuar de guía y promover que el alumno sea el agente de cambio.

De acuerdo con la investigación (4), los programas de prevención e intervención contra el acoso en adolescentes tienen efectos débiles. Además de la edad, se han identificado otros moderadores de los efectos de los programas, como la personalidad de los estudiantes, su popularidad y la transición escolar que deberían incluirse en los mismos. Asimismo, la investigación sugiere la realización del análisis de las medidas eficaces dirigidas a los adolescentes, por un lado y, por otro, a los niños para incluir unas u otras en los programas antiacoso.

(1) Kärnä, A., Voeten, M., Little, T., Alanen, E., Poskiparta, E. y Salmivalli, C. (2013). Effectiveness of the KiVa antybullying program: Grades 1-3 and 7-9. Journal og Educational Psychology, 105, 535-551. https://doi.org/10.1037/a0030417

(2) Kärnä, A., Voeten, M., Little, T., Alanen, E., Poskiparta, E., Kaljonen, A., y Salmivalli, C. (2013). A large sacle evaluation of the KiVa anti-bullying program: Grades 4-6. Child Development, 82, 311-330. https://doi.org/10.1111/j.1467-8624.2010.01557.x

(3) Yeager, D. S., Fong, C., Lee, H., y Espelage, D. (2015). Declines in efficacy of anti-bullying programs amog older adolescents: Theory and a three-level mata-analysys. Journal of Applied Developmental Psychology, 37, 36-51. https://doi.org/10.1016/j.appdev.2014.11.005

(4) Salmivalli, C., Laninga-Wijnen, L., Malamut, S. T., & Garandeau, C. F. (2021). Bullying Prevention in Adolescence: Solutions and New Challenges from the Past Decade. Journal of research on adolescence: the official journal of the Society for Research on Adolescence31(4), 1023–1046. https://doi.org/10.1111/jora.12688

(5) Gaffney, H., Ttofi, M., & Farrington, D. (2021). What works in anti‐bullying programs? Analysis of effective intervention components. Journal of School Psychology, 85, 37–56. https://doi.org/10.1016/j.jsp.2020.12.002

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