Según la American Psychological Association (APA), el uso de las redes sociales no es intrínsecamente dañino o beneficioso para los jóvenes (1). Tal y como afirma, los efectos de las redes sociales dependen, en la mayoría de los casos, no solo de las características y funciones técnicas de las redes sociales y plataformas digitales, sino también de las características personales y psicológicas de los adolescentes, así como de las circunstancias sociales que los rodean. La evidencia sugiere que las asociaciones causales son raras y que la investigación longitudinal a largo plazo todavía no es suficiente para confirmar la relación causa-efecto que tienen las redes sociales en los adolescentes.
Hasta la fecha, los hallazgos indican que los adolescentes pueden beneficiarse del uso de las redes sociales cuando experimentan estrés, desean contactar con sus compañeros y, sobre todo, cuando tienen más dificultades de relacionarse en el entorno físico. En este sentido, los adolescentes con síntomas de ansiedad social, depresión o soledad pueden interaccionar de manera positiva y socializar. Igualmente, aquellos que necesitan apoyo social pueden encontrarlo en el espacio virtual porque en el entorno familiar no encuentran un interlocutor para hablar de temas que les resultan importantes.
Así lo sugiere una investigación realizada antes y durante el confinamiento por la pandemia COVID-19 (2). Sus hipótesis eran, por un lado, si había cambios en el comportamiento social de los adolescentes con el uso de la tecnología antes y después del distanciamiento social que supuso la pandemia y, por otro, si estos cambios estaban relacionados con el bienestar mental. La investigación se realizó tomando datos de 1007 adolescentes en octubre-diciembre de 2019 (T1) y datos de 968 adolescentes durante octubre-diciembre de 2020 (T2) en pleno confinamiento. El análisis longitudinal se centró en los datos de 586 adolescentes: 53% mujeres y 47% hombres. Además, para explorar los cambios tuvieron en cuenta las siguientes variables: el género y la edad (12 y 13 años), ya que ambas variables se han asociado con diferencias en la frecuencia de uso de las redes sociales; la raza (58% blancos, 15% hispanos, 9% negros, 6% asiáticos, 6% birracial, 3% nativos americanos, 3% de Oriente Medio), ya que nuevos hallazgos indican que las minorías tienden a usar las redes sociales de forma temprana para reducir el aislamiento social; el nivel educativo de la madre (67% tenía un título universitario), ya que se ha demostrado que está relacionado con la salud y el bienestar de los niños a corto y largo y plazo y, por último, la variable de la composición del hogar: biparentales (T1: 76% y T2: 73%), y monoparentales (16%).
Los resultados fueron que hubo un aumento durante el T2 en la frecuencia de acceso a las redes sociales, en el uso de las mismas antes de acostarse y en el uso problemático de internet. Además, la investigación halló que, si bien aumentó el estrés, la soledad y la depresión durante la pandemia, los adolescentes también aumentaron las estrategias para afrontar estos indicadores negativos del bienestar, es decir, el uso de las redes sociales también supuso algo positivo, por ejemplo, supuso buscar apoyo social en línea.
Los investigadores no encontraron un apoyo sólido de que los cambios en el bienestar que experimentaron los adolescentes durante la pandemia COVID-19 estuvieran significativamente relacionados con el uso de las redes sociales, lo que cuestiona la creencia popular de que el bienestar está intrínsecamente ligado al uso de la tecnología.
Otro estudio más reciente, que analiza los avances en la investigación del comportamiento prosocial, sugiere que este puede desarrollarse de forma novedosa en el entorno digital (3). Niños y adolescentes con altos niveles de comportamiento prosocial como compartir o cooperar rinden mejor en la escuela y experimentan un bienestar emocional mejor que aquellos que presentan niveles bajos. El entorno digital puede potenciar este comportamiento porque puede posibilitar que cualquier persona pueda ayudar a los demás en cualquier momento y que su acción quede registrada y tenga un alcance mayor que si lo hiciera de forma presencial. Por otra parte, ayudar a los demás en el entorno digital supone mayor conexión social y emocional, de pertenencia a la comunidad y de identidad.
La supervisión por parte de las familias del uso que hacen sus hijos es fundamental para evitar un uso problemático de las redes sociales. Este tipo uso se refiere a utilizar las redes sociales de forma continuada; cuando interfiere en rutinas diarias o cuando restringe la oportunidad de relacionarse presencialmente. Igualmente, este uso problemático afecta a las horas de sueño del adolescente si no hay un control parental. Una investigación sobre el sueño de los adolescentes sugiere que, si estos reducen el uso o no usan dispositivos electrónicos conectados a Internet una hora antes de dormir, tendrían un sueño saludable porque comienzan a dormir antes y la duración total del sueño es mayor (4).
Como afirma la APA, los efectos de las redes sociales probablemente dependan de lo que los adolescentes puedan hacer o ver en línea, de sus características personales y de los contextos en los que crecen. Por ello, una de las medidas para evitar efectos dañinos es la educación mediática. Si niños, adolescentes y familias saben cómo funcionan las redes sociales y sus implicaciones, ayudaría a mitigar los riesgos de un uso problemático de las mismas y contribuiría de forma positiva a su bienestar emocional.
Referencias:
(1) American Psychological Association (2023). Health Advisory On Social Media Use In Adolescence. https://www.apa.org/topics/social-media-internet/health-advisory-adolescent-social-media-use
(2) Charmaraman, L., Lynch, A. D., Richer, A. M., & Zhai, E. (2022). Examining Early Adolescent Positive and Negative Social Technology Behaviors and Well-Being During the COVID-19 Pandemic. Technology, Mind, and Behavior, 3(1: Spring 2022). https://doi.org/10.1037/tmb0000062
(3) Armstrong-Carter, E., & Telzer, E. H. (2021). Advancing measurement and research on youths’ prosocial behavior in the digital age. Child Development Perspectives, 15(1), 31–36. https://doi.org/10.1111/cdep.12396
(4) Perrault, A., Bayer, L., Peuvrier, M., Afyouni, A. et al. (2019). Reducing the use of screen electronic devices in the evening is associated with improved sleep and daytime vigilance in adolescents. Sleep, 42 (9). https://doi.org/10.1093/sleep/zsz125