La desinformación científica sobre el cambio climático está teniendo gran impacto sobre todo en países como Estados Unidos (EE. UU). La información errónea sobre este tema y sobre los temas científicos en general, no solo hace confundir a la población y desprestigiar los hallazgos científicos sino que también paraliza las políticas basadas en la evidencia. El artículo de investigación Evidence-based strategies to combat scientific misinformation aporta una serie de ejemplos y unas estrategias que se pueden llevar a cabo para luchar contra la desinformación.
Uno de los ejemplos que ofrecen es el de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU, en la que un exadministrador estableció una norma con la que se reducirían el número de estudios científicos y, con la que la Agencia se limitaría a sí misma para regular los químicos tóxicos y las emisiones de carbono que la ciencia ha demostrado que tienen efectos nocivos para el medio ambiente y la salud. Este límite de estudios no supone en sí información errónea, pero el que se haya formulado la norma desde la política y no desde la ciencia, sí. Según el estudio, la norma respondía a intereses del poder institucional y económico ya que detrás estaban las compañías de combustibles fósiles que pretenden negar y confundir la realidad del cambio climático.
La desinformación científica sobre el cambio climático existe desde hace años, pero hasta ahora no había tenido tanto impacto. Como afirman los autores del artículo, entre los actores responsables de difundir y apoyar este tipo de información están entidades y grupos de expertos y de presión que promulgan enfoques científicos con apariencia de evidencia y favorables a intereses políticos e industriales. Usan distintos medios de comunicación para generar un debate científico que en realidad no debería existir porque ya está más que demostrado que el cambio climático es producido por la acción del hombre.
¿Qué se puede hacer frente a estas campañas de desinformación? Los autores de dicho artículo ofrecen una serie de estrategias que se centran en cuatro áreas. La primera de ellas se centra en el público. Ya no es efectivo repetir al público que existe el cambio climático ni participar en el debate científico contra los que dicen que no existe, solo así se genera más confusión e incomprensión de la propia ciencia por parte de la población. Según el estudio, el público combina sus creencias sobre la ciencia, la política y la economía con la confianza que tiene en lo que dice el gobierno y los medios para interpretar la información científica. De esta manera, surge la desinformación. Una de las estrategias para frenar lo que los autores llaman la inoculación del público es la inoculación de actitudes, es decir, al igual que una vacuna genera anticuerpos para resistir a una enfermedad, las actitudes del público sobre el cambio climático pueden modificarse exponiéndolo a argumentos refutados antes de que los escuchen. En el contexto educativo sería muy útil, pues todavía los estudiantes no están contaminados con información errónea. Como informa el estudio, ya existen investigaciones experimentales sobre esta técnica que demuestran su efecto positivo[1], pero queda por saber si dicha técnica puede aplicarse a segmentos de población mayores.
La segunda área que propone el estudio se basa en las estrategias legales. El estudio explica el caso de la petrolera Exxon Mobil sobre la prolongada campaña de desinformación que hizo desde 1977 hasta 2014. En marzo de 2019 esta empresa se negó a participar en una audiencia pública del Parlamento Europeo que investiga su supuesta campaña. Su negativa se fundamentaba en que en la audiencia participaba como experto uno de los investigadores que había demostrado lo que la empresa había estado haciendo durante décadas: haber reconocido en informes internos que el cambio climático se debe a la acción del hombre, mientras que públicamente emitía informes en los que expresaban sus dudas sobre esta evidencia. Este es un ejemplo de que la lucha contra la desinformación puede hacerse desde los tribunales.
La tercera área es la de los mecanismos políticos. Exponen el ejemplo de la empresa de energía Entergy. Esta empresa quería construir una planta eléctrica en una localidad de EE. UU pero necesitaban el apoyo del pleno del ayuntamiento. Allí se debatía si era necesaria o no su construcción. Para conseguirlo contrataron a una empresa de publicidad que, supuestamente, contrató a su vez a 50 actores que actuaban como activistas a favor de que se construyera. Intervenían con discursos previamente preparados y aplaudían cuando alguien decía algo en contra de la energía eólica y solar -este método de crear una ilusión de que existe un apoyo social de base es conocido como “astroturfing”-. A pesar de que se está investigando si estos agentes fueron contratados para generar discordia y confusión, la construcción de la planta eléctrica fue aprobada.
Ante estos hechos, muchas organizaciones están dejando de invertir en empresas que tratan de falsear la realidad con este tipo de técnicas. También hay líderes de comunidades que se pronuncian en público en contra de aquellas industrias que financian los argumentos de que el cambio climático no es producto del hombre.
La cuarta y última área se centra en la transparencia de la financiación. Según el estudio, saber de dónde viene y cómo funciona la financiación de instituciones que proviene de fundaciones, donantes anónimos y empresas privadas, supondría un freno al flujo de desinformación científica intencionada e influyente en las decisiones políticas. Según el estudio, hay organizaciones en EE. UU que rastrean el dinero y esto para el investigador se convierte en un recurso fundamental porque aportan datos objetivos sobre la financiación.
Los autores del estudio concluyen que los científicos no deberían subestimar el poder de la industria, la economía y la política de un país. Por ello, proponen trabajar de forma coordinada las cuatro áreas para sincronizar la evidencia científica aportada por expertos con acciones legales, líderes políticos y todo aquel que esté interesado en luchar contra la desinformación, no solo en el tema del cambio climático sino en otros temas científicos.
Para saber más:
- Justin Farrell et al., Evidence-based strategies to combat scientific misinformation, Nature Climate Change (2019). DOI: 10.038/s41558-018-0368-6
[1] Van der Linden, S., Leiserowitz, A., Rosenthal, S. & Maibach, E. Inoculating the public against misinformation about climate change. Glob. Chall. 1, 1600008 (2017).