La Unión Europea contra la desinformación

La participación de los ciudadanos en las sociedades democráticas ha aumentado  gracias a que los medios de comunicación ofrecen información que nos permite formar una opinión propia sobre temas sociales, políticos, económicos o educativos. Los medios tradicionales siempre se han caracterizado por su diversidad, pluralismo e imparcialidad, pero también han estado y están  sujetos a las leyes de mercado. En la actualidad, Internet ha supuesto un cambio no solo para los medios sino también para los que accedemos e interaccionamos con la información. La cantidad de noticias que se reciben a través de distintas plataformas en línea, hace que los procesos democráticos sean más participativos e inclusivos.  Sin embargo, el fenómeno de la desinformación entendida como aquella información errónea que surge de forma intencionadamente falsa, reaparece con fuerza, sobre todo en las redes sociales, en las que se propaga a gran escala y de forma rápida.

Son diferentes los agentes que propagan la desinformación con el objetivo de generar desconfianza y tensión social. Rusia es el ejemplo más conocido y, aunque el gobierno no quiere reconocer que elaboran y y difunden noticias falsas sobre temas políticos, científicos o económicos, sí reconoce que su medios de comunicación pueden haberse saltado su profesionalidad. Actualmente, las plataformas en línea han tomado algunas medidas, pero resultan insuficientes y no ofrecen la protección al usuario en cuanto al uso de sus datos,  en numerosas ocasiones no autorizado.

Dado el alcance y las consecuencias que puede tener la desinformación en línea en procesos electorales, dos  ejemplos claros fueron  los resultados del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea  (Brexit) y los de las elecciones en EE.UU de 2016, la Comisión Europea ha llevado a cabo varias acciones como la creación de un grupo de expertos de alto nivel para asesorar en este tema; una consulta pública en línea que contaba con dos cuestionarios: uno para los ciudadanos y otro para organizaciones y periodistas en la que reflejaban su experiencia profesional sobre noticias falsas y desinformación en línea; o  una encuesta de opinión pública del Eurobarómetro[1] realizada en 2018 a 26 576 personas en la que aparecieron resultados como los siguientes:

  • La mayoría de los encuestados confía totalmente o tiende a confiar en las noticias y la información que reciben a través de la radio (70%), la televisión (66%) y los medios impresos (63%). Sin embargo, menos de la mitad (47%) confía en periódicos y revistas en línea, y proporciones más bajas confía en los sitios web de videos y podcasts (27%) y en las redes sociales en línea y en las aplicaciones de mensajería (26%).
  • La mayoría de los encuestados en cada país confía en su capacidad para identificar noticias falsas, que van desde el 87% en Dinamarca al 55% en España.
  • Más de ocho de cada diez encuestados (85%) piensan que la existencia de noticias falsas es un problema en su país. Y un 83% dice que es un problema para la democracia en general.

Tal y como se afirma en la Comunicación de la Comisión Europea (2018)[2], las causas de la desinformación son económicas, tecnológicas, políticas e ideológicas y su efecto es distinto en unos países y en otros dependiendo de los niveles de educación, la cultura democrática, la confianza de las instituciones, la inclusividad de los sistemas electorales y las desigualdades sociales y económicas.

También hay que tener en cuenta que hay plataformas que están asumiendo funciones de los medios de comunicación tradicionales, pero sin las estructuras editoriales de estos. Su objetivo es captar usuarios para mantenerlos el máximo tiempo posible en sus servicios y priorizar la cantidad de información sobre la calidad.

Ahora bien, en el ecosistema informativo ¿qué papel desempeñan las redes sociales? Actualmente, la creación de la desinformación resulta barata y es una herramienta cada vez más influyente que se utiliza para manipular a la opinión pública. Para difundirla existen varios mecanismos como uso de algoritmos para priorizar un contenido personalizado y sensacionalista, fácil de intercambiar entre nuestro círculo de seguidores; el uso de la publicidad digital que se basa en la colocación de los anuncios en sitios web de contenidos que apelan más a las emociones; el uso de los servicios automatizados (bots) que amplifican la propagación de la desinformación. Tampoco hay que olvidar el papel de los usuarios de redes sociales que difunden contenido sin verificarlo de forma rápida e indiscriminada.

¿Qué hace Europa frente a la desinformación?

La Comisión Europea  ha establecido una serie de  principios como la transparencia con respecto al origen de la información, la diversidad de la misma, la credibilidad y la inclusión de las diferentes partes implicadas. A partir de los mismos, han planteado medidas centradas en cinco líneas estrategias:

  • Ecosistema en línea más transparente, fiable y responsable.
  • Procedimientos electorales sólidos y fiables
  • Fomento de la educación y de la alfabetización mediática
  • Apoyo a un periodismo de calidad
  • Lucha contra las amenazas de desinformación internas y externas mediante la comunicación estratégica.

La Unión Europea pretende proteger sus sociedades democráticas y sus ciudadanos promover la información de calidad y empoderar a los ciudadanos contra la desinformación a través de estas actuaciones que seguirán aumentando en aras de ecosistemas digitales fiables y transparentes

[1]http://ec.europa.eu/commfrontoffice/publicopinion/index.cfm/Survey/getSurveyDetail/search/fake%20news/surveyKy/2183

[2] https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:52018DC0236&from=ES

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